viernes, 20 de abril de 2012

Volver al ayer vestida de hoy.

Uno camina, sueña, imagina... Pero a menudo se deja arrastrar por los vientos como si fuera una hoja. Descubre laberintos, se enrieda en mil caminos, y vuelve a explorar el paisaje que se abre paso detrás del telón. Y en ese andar va dejando vestigios de sí mismo, como si se desprendiera de lo que es y lo estampara en las paredes de aquel salón, bajo las teclas de aquel piano añejo, entre las hojas de ese pequeño libro que supo leer más de una vez. Y sigue caminando, casi sin notar cuántas de sus sombras quedaron atrás.

Imágenes como si fueran fotos, que quedaron grabadas en la retina de alguien más joven. Perfumes que de pronto logran triunfar entre las memorias famélicas, y traen ese mundo de antaño y lo despliegan sobre la mesa del corazón como si fuera un gran rompecabezas. Poco a poco las caras encastran con los nombres, los lugares con las historias. Aquél banco, aquél salón! Esa baldosa floja que no cede ante el pastizal. Esa mancha en la pared que guarda tantas historias que ni la pintura fresca es capáz de hacerla sucumbir ante la muerte.

Y al volver a esos lugares que hace tiempo dejaron de ser frecuentes (quizás porque pesan demasiado) uno se reencuentra con la persona que solía ser, con las viejas ilusiones, con los sueños imposibles que alguna vez adornaron la imaginación hasta que, en el mejor de los casos, se volvieron realidad. Esas sombras que uno creyó haber enterrado vuelven a ser parte de uno. Pero también se descubre que el reloj siguió danzando, y aunque el silvido del viento interno reconozca con alegría esas mismas voces, a veces la niebla del olvido se atraganta con muchos ayeres.

Uno se encuentra frente a frente con el ayer, aunque el ayer no lo reconozca... y hay que ingeniárselas para vencerle al olvido, y salir con la victoria en el combate contra la nada. En la desesperación por que aparezcan esos recuerdos en la memoria del otro, de esa otra persona que tanto significó para nosotros, uno se pierde... y se descubre distinto. ¿Y cómo se hace, si uno ya no es quien solía ser? Simple... recurre a lo que nunca varía: La sonrisa, la mirada.