Cuando estuvimos desesperados, alguien contó la historia. No se la puede escuchar serenamente, tiemblan las manos, el corazón se encoge de dolor; da un poco de miedo mirar a la gente, detenerse. Ocurre lo de siempre. Estábamos perdidos y la historia era confusa. Nada tenía que ver con la certeza, ni con el muslo de la bataclana. No intervinieron traiciones; no es una vulgar historia de fervores o de mantenidas. Tu mano es necesaria para sobrellevarla. También aquella vez (siempre aquella vez) apagaron las luces y fue necesaria la presencia de tu mano. Nos apretamos las manos en la sala impenetrable, temblamos ante la cólera que aún no se había manifestado, que nunca llegaría a marcarnos como sospechábamos, sino de otra manera. Nuestras manos procuraban ordenar el temblor, dominar el doloroso pánico; y todo porque Humphrey Bogart había resucitado. Estábamos perdidos en aquel cine y él no era como el redentor; su cruz no era un mandato, era la inteligencia del hombre, era la resurrección de la ciencia y de nuestros queridos finados. Hace mucho que nos pasó esto; la mano fría del cadáver impenitente rozaba los sueños, acariciaba nuestros tiernos rostros despavoridos. Desde aquella vez no sabemos qué hacer con las historias, con los muertos que no aceptan su desdichada condición, no sabemos qué hacer con el miedo; no sabemos encontrar nuestras manos, nuestra tristeza. El mundo inconsistente. Hubo muchas anécdotas como ésta ¿Quién no tiene cosas horribles que contar? ¿Quién no tiene su historia? Pero nadie supo qué decir, nadie supo qué hacer, cuando alguien contó la historia. Seguramente al escucharla buscarás una mano; será como antes, pero enseguida intentará olvidar que estuvimos tristes o asustados. Tampoco sabrás qué decir cuando se haga tarde; lo de siempre: tendrás ganas de llorar, y nada más. Nadie esperaba una historia como ésta, tan lamentable ¿Por qué no llorar entonces? ¿Por qué no perderse en la espesura de la sala? Se derramará sobre tu memoria, como el alcohol que se vuelca entre los nervios y la madrugada; la historia sobrevolará tu linda cabecita, será un cuervo que sacudirá tus entrañas corrompidas, que despeinará cariñosamente tu pelo. |
martes, 29 de marzo de 2011
Del otro lado, Francisco Urondo.
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flores de otro jardín
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