sábado, 17 de septiembre de 2011

Que siempre haya memoria para ellos.

Tibios, los recuerdos, se arremolinan en el alma y me llenan de sonrisas. Testigos fieles de luchadores que, sin armaduras, dejaron el corazón en el aula y siguieron vivos, radiantes. Artistas que pintaron sonrisas de colores, y que supieron mirar mucho más allá. Que confiaron en lo que teníamos para dar, porque uno no puede enseñar sin esperanzas de un mundo mejor.

Hoy, el eco de risas viejas me exige saludarlos. Porque alimentaron mis sueños, y me ayudaron a ver que todo el tiempo la vida es un juego que invita a luchar. Porque sostuvieron mi mano cuando mis pasos no eran seguros, y la soltaron cuando me creyeron lista, pero se quedaron a la vuelta de la esquina por si hacía falta una mirada amiga. Porque me enseñaron más de la vida que de manuales, y me dieron las herramientas para construir mi futuro. Porque fueron pacientes, y comprendieron que la realidad es transformable. Por eso les escribo.

A quienes me enseñaron que con el diálogo se crece y se conquista los cambios, a los que me propusieron dudar de mis certezas y abrieron la puerta a un sinfín de interrogantes. A quienes me dieron el espacio para ser, y me regalaron su ejemplo.

A los que ya no están, pero su recuerdo sigue.

A mis amigos profesores.

A los de ayer, y los de hoy.

¡Feliz día!

1 comentario:

  1. Siempre digo que la docencia es una de las profesiones más reconocibles, dignas de admiración (lástima que hoy en día esté tan devaluada y ya no imponga el respeto que se merece por parte de la sociedad). ¿Quién más que un maestro desea un mundo mejor, que avance, que crezca?
    Como en toda profesión, hay algunos que son de terror, pero al verdadero maestro, lo voy a admirar siempre. ¿Quién no digo alguna vez, de chiquita, que de grande quería ser maestra?
    Bellas palabras :).
    Que tengas una gran semana. Salute, muchacha.

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