lunes, 13 de septiembre de 2010

If you never meant to leave, then you only had to stay

En cierto modo, temía haber perdido mis sentimientos. Detestaba la idea de haberlos olvidado sobre la mesa de algún café, o que se me hubieran caído mientras caminaba presurosa hacia la facultad. Pensé que quizás, en alguna ventisca, se me hubieran volado las miradas que venía juntando, y sentí miedo. Ese mismo miedo que te corre por la espalda, te acaricia la nuca, y se vuelve frío en tus oídos.
No quería perderte y quedar vacía, aun cuando fuera más simple el caminar. Un poco atolondrada, torpe como de costumbre, revisé todos los bolsillos del saco, busqué dentro de la cartera, saqué las cosas una y otra vez esperando que en mi despiste no los hubiera visto; pero no había señal alguna de tu existencia.
Días recorriendo los mismos caminos de antes, con la esperanza de encontrar algún abrazo enganchado en un arbusto, quizás bajo una baldosa vieja... No podía imaginar que alguien más te mirara con mis ojos; me dolía la idea de no sentirte, de perderte sin haberlo decidido.
Y aquella noche fría, después de esa charla tan seria, bastó una simple sonrisa para devolverme lo extraviado. Y sentí alivio, de tenerte de regreso, de volver a contar esas peleas con un poco más de cariño; de no haber permitido que otro corazón te quiera tanto.

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