Las ganas de escribirte terminaron por vencerme. Si estuvieras te llenaría de gritos, y te molestaría un buen rato, como antes. Me hacen falta tus consejos mezclados de risas, y daría cualquier cosa por contarte las cosas que me están pasando.
Sería buenísimo repetir alguna de nuestras caminatas, los días están hermosos, y los cambios están, pero te acostumbrarías fácilmente. Aprovecharía para contarte todo lo que te perdiste, las mil historias que en poquito tiempo se gestaron. Pero no sirve arrepentirse de lo que no puede pasar. Ambos sabemos que disfrutamos mucho. Y mientras te escribía esta carta que nunca leerás, mientras recordaba momentos, te sentí cerca, y mi mente se pobló de imágenes y aromas. Gracias por esta extraña compañía, que hoy me enseña que la amistad no se nutre del tiempo, sino de lo vivido. Gracias.
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